DEVOREMOS
- Ramiro Barroso
- 22 feb
- 3 Min. de lectura
¿Existe una identidad latinoamericana? ¿Hay una esencia? ¿Qué papel juega la historia en la formación de nuestra identidad? Y, ¿qué tiene que ver William Shakespeare con todo esto? La figura de Calibán, en "La Tempestad", nos ofrece una clave para entender nuestra historia. Por tal motivo, este escrito busca pensar la identidad de América Latina.
Escribe: Ramiro Barroso
Arte: Giuliana Ledesma

Calibán es América Latina
Comencé a leer La tempestad de William Shakespeare y no deja de llamarme la atención que la historia está ambientada en una isla que tiene las características de una isla del Caribe. Lo interesante a resaltar, es que esta obra se representó por primera vez en el Palacio de Whitehall en Londres, el 1 de noviembre de 1611. En otros términos, el fondo no dicho es el de la conquista de lo que, posteriormente, llamaremos América. Los personajes principales no son los bárbaros de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, sino Próspero, Miranda, Ariel y Calibán.
En resumidas cuentas, la historia comienza contándonos cómo Prospero era duque de Milán hasta que su hermano Antonio y el rey de Nápoles, para decirlo en criollo, le hicieron una cama. Lo meten a una balsa y lo largan al mar. Por cuestiones que no nos interesan, él llega a la isla y se encuentra con dos personajes: Ariel y Calibán. Dato no menor, este último es como el nativo de la isla.
Ahora bien, y para no dar más rodeos, lo que me interesa resaltar es un diálogo que hay entre Próspero y Calibán:
Calibán. - Tengo que comer. Esta isla es mía por mi madre Sícorax, y tú me la quitaste. Cuando viniste, me acariciabas y me hacías mucho caso, me dabas agua con bayas, me enseñabas a nombrar la lumbrera mayor y la menor que arden de día y de noche. Entonces te quería y te mostraba las riquezas de la isla, las fuentes, los pozos salados, lo yermo y lo fértil. ¡Maldito yo por hacerlo! Los hechizos de Sícorax te asedien: escarabajos, sapos, murciélagos. Yo soy todos los súbditos que tienes, yo, que fui mi propio rey; y tú me empocilgas en la dura roca y me niegas el resto de la isla.
Próspero. - ¡Esclavo archiembustero, que respondes al látigo y no a la bondad! Siendo tal basura, te traté humanamente, y te alojé en mi celda hasta que pretendiste forzar la honra de mi hija.
Caliban. - ¡Ja, ja! ¡Ojalá hubiera podido! Tú me lo impediste. Si no, habría poblado de Calibanes esta isla.
Próspero. - ¡Odioso esclavo, en quien no deja marca la bondad y cabe todo lo malo! Me dabas lástima, me esforcé en enseñarte a hablar y cada hora te enseñaba algo nuevo. Salvaje, cuando tú no sabías lo que pensabas y balbucías como un bruto, yo te daba las palabras para expresar las ideas. Pero, a pesar de que aprendiste, tu vil sangre repugnaba a un alma noble. Por eso te encerraron merecidamente en esta roca, mereciendo mucho más que una prisión.
Calibán. - Me enseñaste a hablar, y mi provecho es que sé maldecir. ¡La peste roja te lleve por enseñarme tu lengua!
Me encanta esta última oración, pues Calibán aprendió a hablar la lengua de Próspero para luego poder discutirle, o sea, es como América Latina. Nosotros aprendimos a hablar las lenguas de nuestros conquistadores para después poder luchar contra ellos. Y aunque esto parece algo superficial, no lo es ya que si queremos pensar la identidad latinoamericana, no podemos hacerlo a partir de un rasgo identitario o una cualidad que se puede reconocer, pues ello sería caer en el reduccionismo o en el sustancialismo.
¿Existe una identidad latinoamericana?
Desde nuestra perspectiva, lo que hay en común es una actividad creadora, entendida esta como un proceso de apropiación (de lo extranjero). Ello se podría relacionar con algunas comunidades nativas de América que practicaban la antropofagia. Todo esto se podría sintetizar en: “devoro al guerrero extranjero porque de esta forma me apropio de sus mejores cualidades”.
Lo interesante es que después de haber consumido al otro, hay una construcción nueva, que no es ni una ni la otra, pues no hay que negar lo extranjero ni afirmar que hay pureza en lo nativo. Nosotros somos la diferencia. Somos latinoamericanos que leemos a Antonio Gramsci, Michel Foucault, Hannah Arendt, Frantz Fanon, Ilan Pappe, Gayatri Spivak, etc. En este sentido, el devoramiento puede pensarse como una forma de lucha simbólica, como una manera de hacer frente en la batalla cultural.
Bibliografía
Retamar, R. F. (2004). Todo caliban. Clacso. Buenos Aires.
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