Versos que son una invitación a repensar el espacio que habitamos, para poder destruirlo y reconstruirlo, en un ciclo infinito que nos acerque a la esperanza.
Escribe: Noralí | Arte: Giuliana Ledesma
El Acomodador de palabras me dijo que los ojos ya no tienen nada para ver.
También me habló de los dolores que duelen,
de los pájaros que emigran, de la vida que pasa, de la vida que queda.
Del árbol que no murió de pie porque no alcanzó a crecer y fue papel.
Me habló, además, del hombre y del hambre.
El hombre que vive, muere, mata; como el hambre.
Del niño con hambre que no llega a hombre.
Me dijo que la conciencia está impuesta por unos pocos inconscientes
que se adueñaron de la verdad.
Después me dijo que no eran inconscientes sino todo lo contrario.
Me contó que no hay un bien sin un mal,
que para cada dios hay un demonio, para cada demonio hay un ángel
y para ambos, una mujer.
Me advirtió que el destino es un arma de doble filo
que, pocas veces, nos cumple lo deseado para nuestra perdición.
Tantas cosas dijo… Tantos secretos reveló...
Resulta que el alma no es más que una neblina
que cuando nos abandona va hacia el mar,
no puede morir, vaga entre las olas hasta que encuentra otro cuerpo para desgastar.
Que la lluvia cae para lavar culpas por eso nos inundamos,
nos ahogamos en agua y nos morimos de culpa.
Le pregunté al Acomodador de palabras cuántos años tenía y me dijo que todos.
Desde siempre ha estado acomodando y desacomodando verdades,
descreyendo de la realidad y, a la vez, creándola.
Es un ser que sabe acerca de todo lo que existe y de lo que no,
bajo el sol y las penumbras, en este y en todos los mundos.
Antes de que se fuera le pregunté por la esperanza y solamente sonrió.
Lo vi alejarse. De la esperanza no podía hablar porque no la conocía.
Era la única palabra que no había sido creada por él.
¡Pobre ser! Sabiduría. Inmortalidad. Infeliz criatura condenada a una eternidad vacía.
Cuando por fin desapareció en el horizonte, todo quedó en silencio.
Entonces supe que más allá de las palabras que él acomodara,
mis ojos sí tendrán algo que ver y mis dolores serán, un día,
sólo cicatrices de batallas ganadas.
El niño ya no morirá de hambre y será hombre o mujer, tal vez.
La conciencia callará, el mundo cambiará, lo cambiaremos
y, bajo la lluvia, las almas danzarán libres de lenguajes y cuerpos castradores.
hermoso 🥲